02 diciembre 2007

Niños de Curanilahue


"Para subvenir a sus necesidades tienen las familias que hacer trabajar los niños desde 8 años adelante. En las minas de Curanilahue hay unos 150 niños de 8 a 16 años, que trabajan de 10 a 12 horas al día.
Estos niños están casi todos raquíticos y tuberculosos. Las minas son un verdadero matadero infantil.
Y esos niños ganan un jornal desde $1.20 a 3 pesos al día, en una tarea superior a sus fuerzas. Son lampareros, porteros, etc., es decir, ocupados en alumbrar las faenas, cuidar de las puertas de ventilación, en picar con barretas el mineral, en cargarlo, tareas rudas, en una atmósfera viciada y mefítica."

"¿Por qué no hay paz en las minas de carbón?"
Revista Sucesos
21 de abril de 1921

01 diciembre 2007

Conventillo y Cité

Conventillo en Valparaíso, hacia 1900.**

"No hay que confundir conventillo con cité. Los conventillos eran viviendas colectivas instaladas en casas unifamiliares adaptadas para tal fin, generalmente en mal estado o construcciones precarias levantadas o habilitadas para este objeto. Su característica principal era que cada familia disponía de una pieza que daba a un pasillo o a un patio común en el que ocasionalmente existía una fuente de agua y un servicio higiénico colectivo(1).
El conventillo fue un espacio arquitectónico netamente urbano y popular, que permitió, en parte, racionalizar el crecimiento demográfico de la ciudad y enriquecer a sus dueños. Distinto es el caso del cité, que es definido como "un conjunto de viviendas, generalmente de edificación continua, que enfrentan un espacio común, privado, el que tiene relación con la vía pública a través de uno o varios accesos"(2).

Conventillo, hacia 1930.**

La principal diferencia entre conventillos y cités es que los segundos se diseñaron y edificaron con la intención de venderlos o arrendarlos como viviendas colectivas para obreros, y por lo tanto, su estructura, características arquitectónicas y su equipamiento son a propósito para el fin a que se le destina y la cantidad de personas que se espera que allí habiten. En otras palabras, el cité fue concebido como solución habitacional en reemplazo de los conventillos insalubres y para esos efectos fue construido, resultando ser higiénicos.

Conventillo, Valparaíso.**

Se edificaron cités para grupos socio-económicos medios, pero mayoritariamente para los grupos populares, y sobre todo en Santiago, porque en Valparaíso no prosperó el impulso de la construcción, que debían asumir los particulares y no el Estado. Sin embargo, hubo cités porteños, y sus características físicas superiores a los conventillos fueron reconocidas por la población de la ciudad, que hizo distinción entre "conventillo insalubre" y "cité higiénico". Evidentemente, los habitantes de los cités estaban en un nivel superior en la escala socio-económica, porque sólo aquellos que poseían un trabajo asalariado y medianamente bien remunerado podían optar a alguna de las pocas "casas para obreros" dentro de los cités. Por lo mismo, y al ser propietarios, las condiciones de mantención de la vivienda colectiva eran muy superiores a los conventillos(3)."


URBINA C., María Ximena. "Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920: Percepción de barrios y viviendas marginales", en: Revista de Urbanismo, N°5, Santiago de Chile, publicación electrónica editada por el Departamento de Urbanismo, F.A.U. de la Universidad de Chile, enero de 2002, I.S.S.N. 0717-5051. http://revistaurbanismo.uchile.cl/n5/urbina.html

Notas
(1) ORTEGA S., Oscar, "El Cité en el origen de la vivienda chilena", en: Ciudad y Arquitectura (CA), Nº 41, Santiago, septiembre de 1985, pág. 19.
(2) Idem, pág. 18.
(3) A veces un conventillo podía transformarse en un cité, cuando el propietario reformaba la antigua construcción e instalaba galpones para lavar, W.C. y servicio de agua potable abundante. El valor del arriendo subía y accedían a él sólo los obreros asalariados de mejor pasar.

** Las imágenes no forman parte del documento antes citado
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20 octubre 2007

Conclusiones para un Seminario – ‘La Participación’ en el subsector de Historia y Ciencias Sociales

Natalia Villafranca y César Maureira

El actual escenario educativo en América latina se encuentra cruzado por las demandas de un proceso de cambio vertiginoso en materia de innovación tecnológica y productiva. Lo anterior generaría cambios importantes en las formas de producir, trabajar y vivir en sociedad.

En este sentido, la escuela adquiere un rol fundamental en cuanto herramienta a partir de la cual, organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la CEPAL diseñan políticas tendientes a asegurar los equilibrios macroeconómicos, la cohesión social y la estabilidad en el crecimiento, a partir de la noción de integrarse a lo nuevos requerimientos y demandas del modelo económico en un plano de “igualdad”, sin embargo, ¿a que alude este concepto de igualdad?, por otra parte ¿Cuál es el rol y la participación de los ciudadanos en la definición de estas políticas?, y por ultimo ¿Cuál es rol que le compete a la educación en este sentido?

El análisis que nosotros hacemos al respecto nos permite concluir que la condición de igualdad más que referirse a una distribución equitativa de los beneficios que este desarrollo tecnológico y esta innovación permanente en cuanto a conocimientos y formas de comunicarse indudablemente trae para algunos, se refiere a una igualdad de condiciones en la integración y la competencia, y para competir no precisamente al nivel que lo hacen las grandes empresas transnacionales por el control de los mercados que se van abriendo, sino que para competir con otros iguales por los escasos puestos de trabajo que van quedando, y por los residuos de desarrollo y bienestar que esta revolución tecnológica y del conocimiento va dejando para las grandes mayorías.

Los ciudadanos por su parte tienden a ser vistos, como diría Jacques Delors, como agentes de progreso, los cuales en las visiones mas optimistas, identificadas con perspectivas de desarrollo auto sustentable, deben tener la capacidad de adaptarse a los cambios sin negarse a si mismos y de formarse en el desarrollo de una cultura personal. Estos agentes de progreso en su condición de ciudadanos deben, al igual que en materia laboral por ejemplo, ser flexibles y tolerantes a los cambios, y deben también ser flexibles y tolerantes ante formas de hacer política y de tomar decisiones que no siempre los contemplan, y en las cuales son involucrados muchas veces como destinatarios, sin ser consultados. Los espacios que se abren para la decisión y participación de todos, son espacios en general fuertemente controlados bajo condiciones, lineamientos y políticas previamente definidas, como ocurre por ejemplo con las reformas educativas y en un nivel mas micro, con las decisiones pedagógicas al interior del aula.

El rol que adquiere la escuela en este escenario entonces es precisamente el de formar a estos agentes de progreso a partir del desarrollo de capacidades, habilidades y destrezas que les permitan desenvolverse de manera eficiente y coherente en este escenario. De ahí también deriva, nuestro entender, la preocupación por la calidad de los aprendizajes, y por el desarrollo de destrezas culturales de nuevo tipo, como dirían Cristian Cox y Juan Eduardo García Huidobro, destacando dentro de estas el desarrollo de la iniciativa personal, la capacidad de trabajar en equipo, de innovar y de adaptarse al cambio. Los individuos por tanto pasan a ser entendidos como factores productivos y como recurso para el desarrollo; al respecto que mas evidente que el proceso de reforma curricular desarrollado para la educación técnico profesional, en donde la participación de empresarios y representantes del mundo productivo será mucho mayor que el de alumnos y profesores, por poner un ejemplo.

Por otra parte, la reforma curricular, integrará la formación en valores y códigos éticos los cuales se definirán, en el marco de un proceso de transición democrática, a partir de negociaciones y pactos entre personas e instituciones representantes de los principales y más poderosos intereses del país.

La escuela pasa de esta manera a ser reformada a partir de criterios de descentralización, que inspirados en la lógica costo-beneficio, traerán nuevos modelos de gestión, mucho mas competitivos, con una competencia que irá desde un nivel macro, recursos entregados vía proyectos y asignaciones institucionales, a un nivel micro, premios y remuneraciones destinadas a profesores, funcionarios y numero de alumnos.

Específicamente respecto al enfoque sobre participación desarrollado en el currículo de Historia y Ciencias Sociales, e implementado a partir de programas y textos de Estudio, podemos decir entonces que los pilares que darían forma y legitimidad a esta convivencia democrática en transición serían la participación, la solidaridad, y el respeto, entendido, supuestamente, como un acto de mutuo reconocimiento, aceptación y valoración.



El sector de Historia y Ciencias Sociales tiene el propósito de desarrollar en los estudiantes conocimientos, habilidades y disposiciones que les permitan valorar la democracia y formarse como ciudadanos responsables para desenvolverse en ella. Pero, aunque en la teoría la noción de participación llenaría cada uno de los espacios en la sociedad, y debería representar, mediante distintos tipos de organización, a cada una de las personas que la conforman, ello no necesariamente se vería plasmado en la implementación del currículum.

Pareciera que el ciudadano responsable que pretende formar el Estado, en el proceso de implementación de las políticas educativas diseñadas para América Latina, ya sea por lo expresado en Programas y más aún en los Textos de Estudio, sería la persona que en su adolescencia sólo participara de manera directa o indirecta en la directiva de curso o en el centro de alumnos, y que al cumplir los 18 años se inscribe en los registros electorales para votar por alguna de las alianzas o coaliciones político partidistas existentes -.el actual sistema binominal no deja otra opción-, y que además pudiera participar de su Junta de Vecinos desarrollando proyectos tales como ‘pavimentando juntos’ o ‘hermoseando la plaza’.

Es por lo anterior, y por el enfoque dado a los aprendizajes en el programa que nos preguntarnos: Si los jóvenes no se están inscribiendo en los registros electorales, ¿por qué se da tanto ahínco al sistema electoral vigente? ¿Por qué la importancia dada a los partidos políticos, si estos (según encuestas entregadas por los mismos textos de estudio) están tan mal evaluados? ¿Por qué entonces no dar énfasis a otros formas de organizar la sociedad o a otras formas de participación, igual o más democráticas y participativas que las actuales?

Creemos necesario, que para desarrollar algunos de los objetivos formulados desde el Programa en materia de participación política y ciudadana, especialmente aquellos que hablan de entenderse a ellos mismos como parte de una comunidad local, regional y nacional (entre comillas nacional, en vista de la creciente transnacionalización de la economía y la política), habría que analizar la política como una dimensión esencial de la vida en sociedad; valorar la importancia de la participación política como una forma de definir los fines a los que se encamina la sociedad y los medios que utiliza para alcanzar dichos fines; y valorar la organización como vía para hacer frente a los problemas de la comunidad, no basta sólo con la operacionalizacion de contenidos y procedimientos, de la forma en como lo hacen los Textos de Estudio, al menos los revisados en este trabajo, en donde los aprendizajes están enfocados principalmente a los ámbitos institucionales de lo que implica ser un ciudadano responsable, sino que, creemos, estos aprendizajes y las formas de conseguirlos deben ir más allá. La participación escolar no debiera por tanto limitarse a los ámbitos formales establecidos por el estado o el mercado. Los aprendizajes en cambio, debieran estar dirigidos también a prácticas ciudadanas de participación activa, siendo fundamental en este sentido, el trabajo y la interacción con distintos grupos, organizaciones y personas que planteen y pongan en práctica distintas formas de participar y hacer política, pensando incluso en otras formas de hacer gobierno y democracia.

Entendemos que ello resulta difícil en el marco de una educación escolarizada, que se caracteriza mucho más por el desarrollo de prácticas de disciplinamiento social, político, cultural, estético y conductual que por la implementación de prácticas de autonomía y emancipación. El tipo de ciudadanía que se impulsa desde las instituciones escolares, es una ciudadanía de carácter asistido y tutelado, controlado, predefinido; y si bien se permite y se dice impulsar la creatividad, la libertad y el pensamiento critico, ello solo puede ocurrir dentro de los márgenes y espacios predefinidos.

Creemos que la tarea de definir los fines, propósitos y formas que debe asumir la educación, la participación y el ejercicio democrático, debe estar en manos de los sujetos, quienes a partir del conocimiento de su historia, el ejercicio de su memoria y la construcción permanente de identidad y sentido social sean capaces de ir generando espacios de ruptura y quiebre respecto a un orden social y político diseñado para ellos pero sin ellos. Espacios de ruptura que pueden ir generándose tanto en la escuela, como en la academia, la familia, el trabajo, o la calle.

Descarga aquí el Seminario completo: seminario.pdf

27 septiembre 2007

1907 - A 100 Años de la Matanza de Santa María


“Vengo de la capital y traigo la palabra y los deseos del excelentísimo Presidente de la República Pedro Montt, que son las de solucionar estas dificultades en la forma más favorable para vosotros, consultando con equidad los intereses de los industriales salitreros; mi viaje obedece a este propósito, de volveros a ver de nuevo en vuestras faenas, contentos y tranquilos“

Intendente Carlos Eastman a los trabajadores. Iquique, 19 de diciembre de 1907.
“El Tarapacá”, 20 de Diciembre, 1907.

¿Cuál fue la solución más favorable?

El gobierno chileno dio la cifra más baja, dijo que murieron 142 obreros. Para El Comercio de Lima murieron 300; The Economist registró 500 muertos; pero algunas investigaciones históricas (principalmente Venegas Arroyo y Armando Jobet Angevin), dan un número de víctimas que llegan a cerca de 2.000 los fallecidos.



23 septiembre 2007

Buenas Fotos

Estas fotos son parte del trabajo del fotógrafo sudafricano Pieter Hugo. Si quieres ver más fotografías de él, entra a su página: http://www.pieterhugo.com/




Si quieres ver otras fotos, pincha aquí


22 septiembre 2007

Fiestas Patrias ¿Independencia, Libertad?

Para el historiador Jocelyn-Holt *, la estructura de clases chilena no habría cambiado en nada después de la independencia. Es así como la adopción del sistema político republicano liberal significaba para la elite, la única forma de llevar a cabo un cambio que les diera legitimidad y poder político, pero que no significara un cambio estructural.
Buscaron en la ideología republicana una forma de 'dejar contentos' a la sociedad en su conjunto, pero siendo ellos (elite) los que gobernasen.
El cambio que trajo el sistema republicano liberal sólo fue un cambio político, pero persistió, o al menos así lo querían, el mismo sistema económico y social.
Las fiestas patrias entonces, vendrían a crear una ilusión de que la gesta patriota y ‘revolucionaria’ sí habría marcado un antes y un después en las relaciones sociales de principios del siglo XIX. Estas fiestas se convertirían de alguna manera, en una vía de escape para evitar el levantamiento social. ¿Seguirá esta fiesta, y muchas otras, funcionando de esta forma hasta nuestros días?

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* Alfredo Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile: Tradición, Modernización y Mito, 1999.

Imagen: Primer Centenario de la Independencia de Chile, septiembre de 1910. Calle O´higgins esquina de Caupolicán. Se ven los edificios de los Bancos de Concepción y de Chile. "Independencia y libertad" fue uno de los tantos arcos de triunfo que fueron construidos para ese aniversario. La confederación Provincial Mutualista pidió a las autoridades le cedieran todas las maderas de estos numerosos arcos para construir un hospital para obreros.

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“Nosotros no queremos una Independencia para cambiar de nombre. Nosotros no queremos una Independencia para que alguien nos vaya a dirigir. Nosotros queremos la Independencia para decidir nosotros. Como dijo el compañero: la soberanía. Que los pueblos manden. Que se manden a sí mismos, no que venga otro a decirnos qué es lo que tenemos que hacer.”

Comisión Sexta del EZLN, mensaje pronunciado el 15 / sept. / 2006, en San Salvador Atenco, México.

16 septiembre 2007

La Huesera de la Gloria

LA HUESERA DE LA GLORIA
Por: Sergio Grez Toso*



“Cuando el ejército chileno marchaba hacia el enemigo y las bandas ponían en juego sus instrumentos, los capellanes bendijeron la tropa, la cual conforme a Ordenanza se hincó, con una rodilla a tierra, y entonces el virtuoso sacerdote don Ruperto Marchant Pereira, que era uno de los capellanes, alzando las manos con profunda y comunicativa emoción pronunció estas palabras: "Hermanos: antes de morir por la Patria, elevad el corazón a Dios`” [1].

Así describió el historiador chileno Gonzalo Bulnes uno de los momentos previos a la batalla de Tacna o del Campo de la Alianza, donde perecieron o quedaron heridos, el 26 de mayo de 1880, varios miles de soldados chilenos, peruanos y bolivianos.

La foto que observamos muestra una parte de los restos de los que allí cayeron defendiendo, con la bendición de la Iglesia, a sus respectivas patrias.

¿Sus patrias? ¿Qué patria defendían los quechuas, aymarás, cholos, “rotos” y “huasos” enrolados en los ejércitos beligerantes? ¿La de sus amos latifundistas y mineros o la de sus comunidades ancestrales? ¿La de los caudillos militares, aquella que les habían inculcado en el servicio militar y en la Guardia Nacional, o la “patria” como simple expresión del amor al terruño?

Todo parece indicar que cuando estalló la Guerra del Salitre o del Pacífico, el sentimiento nacional estaba más desarrollado en Chile que en Perú o Bolivia, lo que explica, al menos en parte, el triunfo de las armas chilenas. Pero este sentimiento no era muy antiguo ni había brotado espontáneamente. Como todos los fenómenos sociales, el patriotismo chileno tenía un carácter histórico, fruto de determinadas condiciones inscritas en la temporalidad. La prueba es que cuarenta años antes –durante la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana-, casi todos los “rotitos” y “huasos” habían sido conducidos a la fuerza (muchas veces laceados) hacia el norte.

Sin embargo, en 1879 los alistamientos voluntarios se contaron por miles. El cambio de actitud de la masa popular era el resultado del notorio progreso que experimentaba la construcción del Estado nacional en Chile. El servicio militar en la Guardia Nacional, el disciplinamiento del “bajo pueblo” por medio de la pena de azotes, los trabajos forzados, las papeletas en las zonas mineras, las jaulas rodantes del ministro Portales, la instalación de jefes militares sobre la jurisdicción de los principales yacimientos mineros, instrumentos todos al servicio de la proletarización y la mantención de la dominación oligárquica, así como la paulatina extensión a lo largo del territorio nacional de los aparatos de Estado, la acción de la Iglesia y de la escuela, la difusión de símbolos patrios y la celebración de ciertas efemérides, estaban dando frutos.

También es necesario considerar que, a pesar de sus contradicciones, el mestizaje étnico y cultural había creado significativos vínculos entre la elite y el “bajo pueblo”. Se ha postulado con buenos argumentos que la transhumancia de los peones, obligados a “correr tierras” en busca de trabajo, habría contribuido a generar en ellos una noción más amplia de su espacio de pertenencia, que coincidía con el núcleo básico del “Chile histórico” (el Norte Chico y el Valle Central). Su movilidad física llevó a estos trabajadores nómades a reconocer o construir una cierta afinidad cultural con otros sectores populares de otros puntos del país, aproximándose con el paso del tiempo a los valores comunes de la “chilenidad” [2]. Este sentimiento y mixtura cultural alcanzaría su coronación durante la Guerra del Pacífico porque las identidades siempre se construyen diferenciándose del “otro” y las guerras –aunque nos repugne aceptarlo- son momentos fuertes en la configuración de las identidades nacionales.

¿Qué sintió entonces el niño vestido de marinero al contemplar esta montaña de cadáveres? ¿Orgullo nacional, tristeza o indiferencia? ¿Imaginó su Patria (cualesquiera que haya sido) más gloriosa, más digna, más suya al constatar el sacrificio consentido por sus compatriotas? Y al crecer, ¿se anidaron en su espíritu los sentimientos patrioteros de odio y menosprecio por los enemigos de su Estado-nación?, o tal vez, ¿se rebeló contra el militarismo y el chovinismo y practicó la fraternidad por encima de las fronteras como lo hicieron centenares de obreros peruanos y bolivianos que prefirieron enfrentar la alta probabilidad de otra matanza –esta vez en diciembre de 1907 en Iquique- antes que abandonar en la Escuela Santa María a sus hermanos chilenos?

Nada sabemos acerca del niño de esta foto, pero su imagen meditabunda de los horrores de la guerra quedó archivada como un mensaje para las futuras generaciones que conviene rescatar y difundir.

Es verdad -como dice Toynebee- que la guerra ha existido desde el surgimiento de la civilización y ha acompañado al hombre a través de la historia, pero es igualmente cierto –como plantea el mismo autor- que la guerra siempre ha sido la causa del fin de las civilizaciones [3]. Enfrentados al inicio del tercer milenio, cuando la globalización y la mundialización parecen engendrar una sola gran civilización –la del conjunto de la humanidad-, los hombres y mujeres de la nueva era que está naciendo tienen en sus manos la posibilidad –única en la historia- de hacer, de este nuevo parto civilizatorio, un alumbramiento menos doloroso que nos ahorre futuras hueseras de gloria.

* Sergio Grez Toso, historiador, Profesor de la Universidad de Chile, Director Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, Director del Magíster en Historia y Ciencias Sociales de la Universidad ARCIS.
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[1] Gonzalo Bulnes, Guerra del Pacífico, vol. II, Santiago, Editorial del Pacífico S.A., 1955, pág. 169.
[2] Esta hipótesis ha sido formulada por Julio Pinto Vallejos en “¿Patria o clase? La Guerra del Pacífico y la reconfiguración de las identidades populares en el Chile contemporáneo”. (Ponencia presentada en las XV Jornadas de Historia Económica organizadas por la Asociación Argentina de Historia Económica y la Universidad Nacional del Centro, Tandil, 9 al 11 de octubre de 1996).[3] Los plantemientos de este autor fueron desarrollados originalmente en su obra A study of history. Algunos extractos fueron publicados bajo el título War and Civilization. Al escribir este comentario he tenido a mano su versión francesa: Arnold J. Toynbee, Guerre et civilisation, Paris, Gallimard, 1973.